El lenguaje; ¿determina nuestra percepción de la realidad?

“¿Si no tuviéramos un nombre para el color verde, lo veríamos distinto?”. Algo así, es lo que se preguntó Benjamin Whorf durante la década de 1930, mientras pasaba una temporada con los indios Hopi, en Arizona.

Benjamin Whorf fue un lingüista norteamericano nacido en 1897, al comienzo autodidacta y luego apadrinado por su maestro, el antropólogo y también lingüista Edward Sapir. Aparentemente, siempre sospechó que había algo curioso con el lenguaje. No le convencía que nuestras categorías para observar el mundo, fueran las únicas posibles.

Hasta que investigó a los hopi. Ahí, se dio cuenta que había una gran diferencia entre las lenguas europeas y los hopi. Los hopi no tienen tiempos verbales, sino que se fijan en los hechos. Si ocurrieron o no, y quien los vio. Por ejemplo, la palabra “wari”, quiere decir “corriendo”. Puede significar “corre”, “corrió”, “ha corrido”, etc. Eso es indiferente…. Lo que importa es que “wari” denota que tanto quien expresa la palabra, como quien escucha, vieron correr a alguien. En cambio, la expresión “era wari”, quiere decir que únicamente quién habla percibió la acción.

Entonces, los hopi viven en un mundo de hechos, vistos o no vistos, comprobados o no comprobados. En cambio, nosotros vivimos en un mundo de tiempos verbales, de calendarios, de relojes.

Esto impresionó bastante a Whorf, así que desarrolló las ideas de su maestro Sapir, y estableció lo que para él sería un principio y que en 1954, 13 años tras su muerte, fue popularizado como Hipótesis Sapir-Whorf. Dice así:

“Existe relación entre el lenguaje que una persona utiliza, y la forma en que percibe el mundo”.

Esta hipótesis, que siempre fue muy polémica, posee dos variantes.

Hipótesis fuerte: El lenguaje que uno habla, determinaría totalmente cómo entendemos, memorizamos y vemos la realidad que nos rodea, por lo que afectaría de manera profunda el pensamiento de cada persona.

Hipótesis débil: Existe una cierta influencia de la lengua que uno hable, en la forma en que se interpreta la realidad, y también en cómo se resuelven problemas o se le da prioridad a las cosas.

Con este planteamiento, además, comenzó la corriente llamada “relativismo lingüístico”, que dice que dos hablantes de lenguas distintas conceptualizan de manera distinta fenómenos idénticos. O sea, piensan y ven de manera distinta las cosas, dependiendo del lenguaje que hablen.

Si uno tiene la suerte de hablar una lengua distinta a la materna, sabrá que cambiar de idioma, es literalmente “cambiar de mundo”. Es cierto que los énfasis son distintos y las cosas se expresan de manera diferente. Hay matices que varían. Hay cosas que se pueden decir de forma muy hermosa, aprovechando ciertas propiedades del idioma. Por ejemplo, en español tenemos algo que es una bella herencia del latín, el sujeto implícito. Así, podemos hablar sin poner pronombres (“yo”, “tú”, “eso”, etc.), sin tener problemas. Uno dice “Quiero” y se entiende clarito quién habla. En cambio, en inglés están obligados a escribir “I”, “He”, “She”, etc. Claro que para los angloparlantes el tema del género no es un tema tan marcado en su lengua, justamente, porque la mayoría de sus adjetivos y sustantivos son neutros. “Good” significa “buena” sólo si especificamos que hablamos de una “ella”. Y significa “bueno”, si especificamos un “él”.

Entonces, son énfasis y estéticas distintas. Pero no es necesario cambiar de idioma, para darnos cuenta que las palabras sí moldean la forma en que relacionamos algunos conceptos. Y más que las palabras mismas, los discursos y las ideas asociadas a las palabras. Por ejemplo, hasta no hace tanto, decir “marihuana” e incluso “homosexual” era visto muy feo si lo decíamos en una cena. Y esto se debe a los discursos y las visiones de mundo que tienen asociados.

Hay algunas posturas que plantean justamente eso: que hay ciertos énfasis que desnudan la mirada de la sociedad sobre algunos aspectos de la vida, dependiendo de la cantidad de palabras “mal” o “bien” vistas que tengan asociadas. Porque, como decía una profesora mía: hablar es entregar una huella digital, un carnet de identidad: desnuda por completo quienes somos y de dónde venimos

Referencias

Ibañez, C. (2018) El lenguaje del color y del espacio: la hipótesis Sapir-Whorf. Universidad Ponitifica.

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